martes, 27 de febrero de 2007

HISTORIA POLÍTICA DE ESTEPONA: LA ERA GIL, I PARTE


LA CULTURA DE LA UNIVERSIDAD GIL.

A principio de los 90 nació una nueva forma de gestionar los recursos y riqueza de los ayuntamientos, instaurada en un principio en la Costa del Sol, pero desgraciadamente bastante extendida ya por el territorio nacional. Esta nueva forma de hacer política es lo que conocemos como la “Cultura GIL”. La conocida ideología parte de la base de un grupo político independiente a las ideologías convencionales, cuyo único fin es ofrecer sin paliativos lo que el pueblo demanda, utilizando cualquier tipo de irregularidades que sean necesarias para justificar este fin.

Aunque hay que decir que la “Cultura GIL” no es el invento nacido de la idea de un lumbreras. Si nos parásemos a analizar los casi quince años de cultura GIL, ésta no es más que una burda imitación del fascismo iniciado por Hitler o Mussolini.

La ideología nazi caló hondo y de forma veloz en una sociedad alemana que aún acusaba las ruinas de la I Guerra Mundial, y que tras la depresión del 29 se hundió más todavía en la miseria que vivía. Por todo ello, el pueblo dejó de creer en una democracia que no funcionaba, que significó la oportunidad perfecta para todo un encantador de serpientes que con su don de palabra convenciese a toda una nación para ganar democráticamente unas elecciones y poner en marcha la peor catástrofe mundial que la humanidad ha consentido.

Aunque las consecuencias finales de la “Cultura GIL” están a años luz de las de la Cultura Nazi, sus pautas iniciales se asemejan. El GIL se aprovechaba de la debilidad de un pueblo abandonado por gobernantes incompetentes que bajo una ideología que no respetaban, permitieron hundir su propio pueblo en pos de mantener un poder que no merecían ostentar. Además la crisis laboral de principios de los 90 era para los gilistas una golosina demasiado dulce para no aprovecharla y poner en marcha lo más vil de la demagogia.

El catedrático de la Universidad GIL, prometió empleo, lavado de cara de la ciudad, seguridad y un sin fin de promesas. Para ello utilizaba métodos didácticos como prometer un puesto de trabajo a todo parado que se encontrase por la calle, ofrecer obsequios y regalos por las casas, entre otras asignaturas, todas ellas bajo el concepto de que el pueblo esta formado por borreguitos y los gilistas serían los pastores.

Ante el cúmulo de circunstancias, los inicios de la Cultura GIL arrasaron en las masas sociales de la misma forma que lo hiciera la Cultura Nazi. Aunque estas dos culturas se separan a la hora de realizar su cometido, cumplen lo prometido. El GIL lo hace a base de apoderarse de los recursos y riqueza del pueblo, explotándolos y apoderándose de ellos sin escrúpulos, a su antojo. El urbanismo descontrolado fue lo que provocó que la Cultura GIL cumpliera con la promesa de crear puestos de empleo a través de la “Subcultura del Ladrillo”. Cumplió también la promesa de la seguridad ciudadana, a base de incorporar al cuerpo municipal de seguridad a los típicos porteros de discoteca que sólo entienden el idioma de la violencia por encima del de la palabra y compresión de una situación que se precie.

Pero para la mayoría del pueblo, el fin justifica los medios, y habiendo trabajo, seguridad, y una ciudad limpita, que hagan lo quieran los que gobiernan. Esto resulta muy bonito cuando la gallina de los huevos de oro no para de poner, pero esa despreocupación tan total y acomodada se acaba convirtiendo en lamento cuando la gallina deja de poner, porque llega el momento en que se acabaron los huevos y el oro. Y eso mismo es lo que le ha ocurrido a Marbella, la ciudad que ha albergado la Universidad GIL y ha extendido su cultura por toda la costa. Ahora parece que nadie ha votado en su vida al grupo independiente y hay hasta quien se maldice por haberlo hecho hasta en cuatro ocasiones. Esta es la consecuencia de dar la espalda a la realidad mientras esta parece que solo tiene luces y ninguna sombra, de dejar que unos artistas mediante técnicas mafiosas y fascistas hallan acabado profesionalizando el ser alcalde o concejal, cuando esto es vocación y no profesión.

Para la gente con conciencia social y política, lo peor de todo esto es que se ha maleducado a las generaciones políticas de hoy y mañana, que sólo se arriman a un partido por puro interés, sin olvidar que el ser alcalde o concejal conlleva una responsabilidad vital que cumplir para el pueblo, y no la de estar legislatura tras legislatura llenándose los bolsillos por estar ahí. La primera ley básica de todo político a cumplir es que “QUIEN TIENE UN GRAN PODER, TIENE UNA GRAN RESPONSABILIDAD”.

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